Agua en Argentina

Con “a” de ausencia, con “e” de esperanza 5e191c

Con más de siete millones de compatriotas sin al agua potable, la situación se vuelve especialmente dramática de cara a los eventos extremos que plantea el cambio climático. Sin embargo, personas y comunidades –en especial las más vulnerables– trabajan junto a organizaciones de la sociedad civil para enfrentar con creatividad y esfuerzo una realidad cada vez más hostil. 1fm65

Foto: cedoc

Los manuales escolares podrán seguir presentando a nuestro país como una sábana verde, una pampa infinita y fértil. Pero no: la geografía real y la gente que la habita dicen otra cosa. Cuentan que en gran parte de nuestro territorio llueve poco, que el desmonte vinculado al monocultivo llegó para complicar aún más las cosas y que, en definitiva, el agua no es tan abundante como solemos creer. Tampoco es tan pura y cristalina como suponíamos, qué va. De hecho, suele estar contaminada –con material biológico, con agroquímicos, con arsénico– lo que en cualquier caso encierra, a corto o largo plazo, riesgos para la salud. Al mismo tiempo, y como destaca el documento Valorando el agua, elaborado por el Banco Mundial en 2021 sobre la situación de Argentina, “el agua es un importante actor que perpetúa condiciones de vulnerabilidad y pobreza para el 17% de la población que carece de servicios de agua, quienes muchas veces tiene que pagar hasta un 460% más por agua embotellada”. 

En efecto, en Argentina, más de siete millones de personas carecen de al agua potable y un gran porcentaje de ellas son niños y niñas de los sectores más vulnerables. Esta situación implica no solo la vulneración de derechos fundamentales (a la salud, a la educación, al descanso, al tiempo libre), sino que también compromete su futuro porque –sin regular y sostenido al agua segura– los chicos quedan  más expuestos a enfermedades y también corren el riesgo de tener menos días de clases, amenazando sus trayectorias educativas.

Para Joaquin Altgelt, director de la Fundación Aguas –una organización de la sociedad civil que trabaja desde 2016 por el derecho al agua en las comunidades más vulnerables–; “a veces no tomamos conciencia de lo importante ni de lo escasa que es el agua; la damos por descontada, como algo que siempre va a estar ahí, cuando, en realidad, para miles de personas en nuestro país el agua es un desafío cotidiano”. “Desde personas que tienen que caminar muchísimo para acceder a una canilla hasta gente que depende del agua de lluvia o de un pozo, hay toda clase de situaciones y algunas son profundamente injustas. Por ejemplo, hay chicos en provincias como Santiago del Estero, Chaco o Salta que, para extraer agua de un aljibe, tienen que levantar baldes pesadísimo, de hasta 12 kilos. Parece increíble, pero esa es la realidad en muchas regiones de Argentina”, revela.

Según la ingeniera ambiental Yenith Bonilla, magíster en Gestión del Agua, el problema en Argentina es múltiple y complejo. Porque no se trata sólo de escasez sino también de contaminación. De hecho, la especialista está al frente de un proyecto denominado “El mapa del agua” que busca hacer un relevamiento de la calidad del agua en nuestro país. Y los resultados preliminares son, como mínimo, preocupantes. Porque este estudio, impulsado juntamente por el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) y la Fundación Aguas, demuestra un problema a menudo invisible: que muchas personas (en especial, en áreas rurales) están consumiendo agua que no es de la mejor calidad. “Desde el año 2016 hasta la fecha, hemos recolectado cerca de 614 muestras de agua, con el fin de conocer la calidad del agua que consumen las comunidades y las familias, principalmente en zonas rurales de las provincias de Chaco, Santiago del Estero, Salta, Jujuy y Buenos Aires, entre otras. En conjunto con el ITBA sumamos 755 resultados de muestras para completar un total de 1.369 puntos muestreados con resultados de la calidad del agua. Vimos que el agua puede estar contaminada con microorganismos patógenos, como las que provienen de la materia fecal como Escherichia coli, con metales pesados y metaloides como el arsénico, compuestos químicos como el nitrato, el flúor y plaguicidas”, precisa la experta. 

¿Resultado? El 31% de las muestras analizadas presenta contaminación bacteriológica con Escherichia Coli, el 23% supera el límite de arsénico establecido por el Código Alimentario Argentino (CAA) y en todas las muestras se detectó la presencia de plaguicidas. En el 23% de ellas, se supera el límite establecido por la normativa. También se detectaron nitritos en las muestras analizadas: el 44% de ellas dio positivo para este contaminante que, explica la ingeniera, “en adultos, la exposición prolongada a niveles altos de nitritos puede estar asociada con problemas de salud, como trastornos cardiovasculares, aunque esto depende de la dosis y la duración de la exposición”. Evidentemente, el tema no es sólo tener o no al agua, sino también acceder al agua adecuada, libre de contaminantes. De no ser eso posible el desafío pasa por obtener una que sí cumpla con los estándares de calidad. Esto en algunos casos requiere cambiar la fuente de agua (por ejemplo, usar agua de lluvia en lugar de agua subterránea), y en otros, tratar con filtros o bien con cloración la que ya se tiene, entre otras alternativas. 

Un problema común, soluciones compartidas. Aun cuando la situación pueda agudizarse en las provincias del norte, el desafío del agua se hace sentir en todo el país, sólo que con particularidades en cada lugar. Es en cada sitio donde las personas y comunidades se organizan para enfrentarse a esas realidades. Y, en esta verdadera “gesta del agua”, las escuelas y comunidades educativas juegan un rol clave. En efecto, a menudo es en torno de la escuela donde se plantean los problemas y se comienzan también a esbozar las soluciones. En ese sentido, una gran experiencia es la que protagonizó, junto a sus alumnos, Mariela Yáñez, docente y directora del Club de Ciencias de la Escuela 63, la secundaria de Pampa del Infierno, Chaco. El lugar hace honor a su nombre y en verano arde sin metáforas. Hay un sol de soplete quemándolo todo y evaporando cada gota de agua.

En marzo de este año, de hecho, tuvimos que suspender las clases algunos días por el calor, porque aquí en Pampa no hay ventilación ni muchos menos, aire acondicionado. Yo soy de la localidad de Sáenz Peña, a 95 km de Pampa del Infierno, y al principio me asombraron muchas cosas. Porque yo en mi casa abro la canilla y tengo agua corriente, pero acá no: dependemos de la cisterna municipal, que viene y carga agua en los aljibes. Pero si no se toman recaudos, esa agua se contamina y ya no sirve para consumo”, explica la docente. 

Fue precisamente ahí donde la comunidad se agrupó en torno de la escuela para comenzar a cambiar la historia. Hubo un taller de ciencias en 2019, después accedieron a un taller de la Fundación Aguas que sirvió para capacitar a docentes y directivos en el cuidado del agua y el lavado de manos, y finalmente en 2022 lograron construir un Sistema de Captación de Agua de Lluvias (o Scall, según su sigla). Esto es, una gigantesca cisterna hecha con placas de material y con capacidad para almacenar 52 mil litros de agua. El dispositivo cuenta con una tapa que evita que el líquido sea contaminado por hojas o insectos, y llega hasta allí luego de haber pasado por un filtro que lo purifica. 

Dato a tener en cuenta: fueron las familias de la comunidad (padres, madres y hasta abuelas) las que –previa capacitación– armaron las placas de cemento y luego construyeron con ellas el depósito gigante que hoy provee de agua, no sólo a la escuela, sino también a las familias de la zona. “Lo bueno fue que además de todo lo que hicimos, esto tuvo un efecto multiplicador, porque hoy los chicos de mi escuela son “Embajadores del agua” en Chaco y están todo el tiempo difundiendo la importancia de lavarse las manos sin derrochar líquido y de cuidar el agua en todo momento. Ahora y desde hace algún tiempo, estamos tratando que también una escuelita de la zona, que tampoco tiene al agua segura, –la 703– pueda tener su Scall. Estamos haciendo fuerza para eso”, dice, y sonríe.  

Manos a la obra. Pero además de resolver cuestiones tan esenciales como la provisión de agua, a menudo también hay que trabajar en su cuidado y en la higiene de manos, teniendo en cuenta que es la primera línea de defensa frente a las enfermedades y la forma más eficaz de prevenir más de doscientas de ellas. No por casualidad esta organización de la sociedad civil trabaja codo a codo con las escuelas vulnerables del país en el dictado de talleres de lavado de manos y cuidado del agua. “A veces a los chicos y a las docentes se les hace increíble que, en menos de un minuto y con menos de medio litro de agua, alguien pueda lavarse las manos. Y eso por no mencionar que también se sorprenden cuando se enteran que las aguas grises pueden ser utilizadas para limpiar o regar”, dice Víctor Jordán, responsable de Proyectos de Fundación Aguas. A la fecha, la organización ha dictado 290 programas educativos sobre el tema e instaló ochenta Estaciones de Lavado de Manos (ELMs) como solución de emergencia. Uno de estos equipos fue donado por los alumnos del Colegio Lomas High School, luego de una charla a través de la cual los chicos conocieron que en algunos lugares de nuestro país, algo tan básico como tomar agua o lavarse las manos no está asegurado, o bien demanda un esfuerzo tan enorme como arrear un balde de 12 litros desde el fondo del aljibe. 

Pero, para que el abordaje de la cuestión del agua sea realmente integral, además de las obras de infraestructura (construcción y mejoramiento de pozos y cisternas, tendido de cañerías, etc.) y capacitaciones, también se requiere –como se detalló más arriba– un diagnóstico previo, del análisis de la calidad del agua para poder, en función de eso, elegir cómo resolver cada problema. Así, se utilizan filtros específicos para cada problema (contaminantes bacteriológicos, arsénico, plaguicidas) y, eventualmente, se cambia la fuente de agua cuando esto es posible. Por ejemplo, en las zonas donde el agua subterránea está contaminada con arsénico, se pasa al agua de lluvia o directamente al agua embotellada. 

Contra lo que podría llegar a creerse, la problemática en torno del agua suele implicar bastante más que obras de infraestructura. En realidad, el cuidado del agua abarca varias dimensiones y la humana no es la menor. Lógicamente, por tratarse de un derecho humano básico, no hay causa más urgente, pero al mismo tiempo muchos suelen confiar en los funcionarios para resolverla. En este caso, son las mismas comunidades, organizadas y comprometidas, las que establecen y motorizan las herramientas que mejor se adapten a la resolución del problema.

El saneamiento, el poder acceder a –por ejemplo– un baño adecuado, higiénico y con descarga de agua, es otro de los aspectos asociados a la falta de agua y cuyos impactos más mucho más allá de lo evidente. En el norte de nuestro país, por ejemplo, las niñas de los parajes menos accesibles suelen faltar a clase durante sus períodos o, si van, se muestran retraídas en clase. “Las ves mucho más apagaditas y nerviosas. Tienen miedo a mancharse o a que les hagan burla, porque las toallitas usadas se queman en el patio y todo el mundo se entera que hay alguna chica indispuesta”, cuenta una docente de la zona. En definitiva, la cuestión del agua abarca dimensiones que, desde la comodidad de las grandes ciudades, quizás no sean tan evidentes, pero que en los territorios son cruciales. Y es ahí también donde desde la sociedad civil se dibujan los caminos que van de la ausencia a la esperanza.

*Periodista, licenciada en Letras (UBA), becaria de la IWMF y maestranda en Flacso.