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Perdón, doctor

Esta columna no intenta explicar lo que el poder no quiere comprender. Intenta, al menos, ofrecer algo que escasea: gratitud y memoria.

Marcha de velas hospital Garrahan 20250602
Marcha de velas hospital Garrahan | NA

Perdón en nombre de una sociedad que supo aplaudirlo desde los balcones en plena pandemia y que hoy lo ve pasar con la mirada baja, mientras los políticos le dan la espalda en silencio.

Perdón porque, mientras usted salva vidas, estudia, investiga y sostiene un sistema sanitario que se cae a pedazos, quienes gobiernan lo reducen a una planilla de Excel. Porque en la Argentina los médicos son esenciales cuando hay crisis… y descartables cuando llega la calma. Aplaudimos cuando sentimos miedo, pero olvidamos cuando volvemos a respirar.

Durante la pandemia, usted se enfrentó a lo desconocido. Lo hizo sin insumos, sin descanso, muchas veces sin protección. Mientras otros hacían home office, usted iba al hospital. Mientras otros pedían delivery, usted caminaba entre camas, respiradores y diagnósticos inciertos. Se expuso. Y muchos colegas quedaron en el camino, dando la vida por salvar a un ciudadano más.

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Fue entonces cuando entendimos lo esencial. Pero esa gratitud duró lo que dura una emergencia. Luego volvió el cinismo.

Hoy, los médicos vuelven a ser invisibles. Cobran sueldos indignos. Estudian y trabajan al mismo tiempo, sin tiempo. Soportan condiciones laborales precarias, hospitales desbordados y un Estado que no cuida a quienes nos cuidan.

Y lo más grave: en un mundo que desespera por médicos, la Argentina los expulsa.

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La Organización Mundial de la Salud estima que, para 2030, habrá un déficit de 11 millones de trabajadores sanitarios, especialmente en países de ingresos bajos y medios. Las causas no se reducen a la pandemia: se trata de una combinación de subinversión en formación, mala distribución territorial y migraciones crecientes.

Europa, Canadá, Australia, Emiratos Árabes, Chile… todos buscan médicos activamente. Y no cualquiera: quieren profesionales formados, humanos, con experiencia en terreno. En otras palabras, quieren médicos argentinos.

Formar un médico en Argentina le cuesta al Estado una cifra millonaria. Pero esa inversión, que debería beneficiar a la sociedad, termina siendo aprovechada por otros países que los reciben con condiciones laborales dignas y respeto institucional. No es que los médicos se van porque quieren. Se van porque los empujan.

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¿Qué esperamos? ¿importar médicos “baratos”? Algunos lo sugieren, como si la medicina fuera una cadena de montaje. Pero no se puede importar vocación. No se puede tercerizar la humanidad ni reemplazar el juicio clínico que solo se gana con años de guardias, aciertos, errores y sensibilidad.

La medicina no es solo ciencia: es cultura del cuidado. Y eso no se improvisa.

Bernardo Houssay, Premio Nobel de Fisiología o Medicina (1947).

Luis Federico Leloir, Premio Nobel de Química (1970).

César Milstein, Premio Nobel de Medicina (1984).

René Favaloro, pionero del by coronario, murió esperando una respuesta del Estado argentino.

Julio Montaner, médico argentino UBA , se fue a Canadá y fue uno líderes globales en la lucha contra el VIH/SIDA, revolucionó la salud pública en Canadá.

Marta Cohen, reconocida patóloga pediátrica, egresada de la UNLP y la UBA, hoy en el Reino Unido. En octubre de 2020 obtuvo, de parte de la Reina Isabel II, la distinción “Order of the British Empire” / Oficial de la Orden del Imperio Británico.

Y junto a ellos, miles de profesionales que sostienen hospitales públicos, investigan sin recursos, enseñan y siguen en la trinchera pese a todo.

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Esta columna no intenta explicar lo que el poder no quiere comprender. Intenta, al menos, ofrecer algo que escasea: gratitud y memoria.

Y como si todo esto fuera poco, algunos legisladores decidieron burlarse abiertamente del rol médico. La diputada Lilia Lemoine llegó a afirmar que “Si no te gusta el sueldo, estudiá otra cosa”. “Los médicos no deberían tener derecho a sindicalizarse”, como si quienes se enfrentan a la muerte cada día no tuvieran derecho a defender sus condiciones laborales.

Su par, la diputada Juliana Santillán, fue aún más lejos al declarar que “hay que dejar de romantizar a los médicos, porque no son héroes”. También intentó desacreditar los reclamos del personal de salud, dando por cierto que sus salarios —de menos de $800.000 mensuales— superaban la canasta básica, en un intento burdo de deslegitimar la vocación y el sacrificio cotidiano que implica esa profesión.

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Perdón, doctor, doctora , enfermeros, técnicos, asistentes, camilleros, mucamas hospitalarias.

Por cada vez que ustedes dieron todo y el país no estuvo a la altura. Por cada guardia impaga, por cada insumo que nunca llegó y salvó una vida igual, por cada aplauso vacío que hoy se convirtió en indiferencia. Gracias por no bajar los brazos.

Ojalá tengamos, como sociedad, el coraje de abrazarlos antes de que sea demasiado tarde. Porque si la Argentina sigue expulsando a sus médicos, lo próximo que perderá será la salud. Y, con ella, el futuro.