OPINIóN
Ancla económica

Desinflación: escenarios en el tránsito hacia las elecciones

“Aunque los discursos oficiales insisten en la importancia del equilibrio fiscal y monetario, en la práctica recurre a dos anclas: la cambiaria y la salarial”, sostienen los autores y analizan el panorama rumbo a octubre.

La inflación semanal llegó al 0%.
La inflación semanal llegó al 0%. | REPERFILAR

De cara a las elecciones de octubre, el Gobierno enfrenta importantes desafíos económicos. Su principal objetivo es mostrar una baja clara de la inflación. Aunque en el discurso se insiste en la importancia del equilibrio fiscal y monetario, en la práctica se recurre pragmáticamente a dos anclas: la cambiaria y la salarial.

Ambas anclas han sido eficaces hasta ahora, tal como lo demuestra la fuerte desaceleración inflacionaria registrada en el segundo semestre de 2024. Sin embargo, en los próximos meses, el apuro del oficialismo por conseguir resultados rápidos complica el panorama. El margen para istrar estas variables se ha reducido y la efectividad del gobierno en la gestión de las mismas plantea distintos escenarios en el tránsito al proceso electoral de octubre.

El agotamiento del círculo virtuoso de la desinflación y los salarios

La desinflación fue fundamental para la recuperación de la actividad económica, la mejora de los ingresos reales y la expansión del crédito. Durante gran parte de 2024, los acuerdos salariales –avalados por sindicatos y cámaras empresarias– se alinearon con aumentos nominales moderados, lo que permitió una suba del salario real en un contexto de rápida caída de la inflación.

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Esta dinámica se revirtió en los últimos meses. La inflación dejó de desacelerarse y, desde marzo, mostró señales de aceleración. Con una pauta salarial agresiva impuesta desde el gobierno (1-2% mensual) el esquema salarial se volvió conflictivo: las pautas oficiales quedaron por debajo de la inflación, generando una caída generalizada del poder adquisitivo.

Frente a esta situación el gobierno decidió redoblar la apuesta y forzar aún más la pauta salarial, oponiéndose a recuperaciones que pudieran contribuir a reavivar la inflación.

El caso testigo fue la discusión sobre la paritaria de Comercio, el gremio de mayor cobertura del país (1.200.000 trabajadores), que acordó recuperaciones que desafiaron la pauta salarial del gobierno. El caso obligó al oficialismo a asumir una posición incómoda. Tuvo que explicitar su intención de evitar las recuperaciones salariales, a contramano de una narrativa previa que venía vanagloriándose de los buenos resultados salariales.

Luego de varias idas y vueltas, el acuerdo fue ratificado, mostrando no solamente el carácter regresivo de la política salarial actual sino también su poca efectividad. Es decir, el ancla salarial no solo es más conflictiva que en el pasado, sino que está siendo desafiada por los actores.

El desafío de la flexibilidad cambiaria y los precios

En paralelo, el gobierno tuvo que lidiar en marzo y abril con los efectos de primera vuelta de la modificación del régimen cambiario, a fin de contener los efectos no deseados sobre los precios. En primer lugar, intentó transmitir tranquilidad en el mercado cambiario: i) planteando que el cambio de esquema estaba planificado, y ii) poniendo todos los cañones para ir al “piso de la banda”, que en los hechos llevaría a calmar la dinámica inflacionaria y desincentivar la toma de posiciones especulativas en contra del peso.

En segundo lugar, intentó evitar los efectos escalonados en los precios istrados por el sector público: impulsó la baja del precio de la nafta y evitó un nuevo aumento del transporte, las prepagas y los servicios públicos.

El oficialismo debió asumir una posición incómoda: explicitar su intención de evitar las recuperaciones salariales, a contramano de una narrativa previa"

En tercer lugar, como mencionamos, llevó adelante mayor firmeza la pauta salarial, en un intento por sostener a nominalidad de las negociaciones colectivas del primer trimestre, a costa de consolidar un menor salario real.

A fin de retomar el proceso de desinflación que tantos frutos dio en 2024, el gobierno busca recrear el esquema de ancla cambiaria. Sin embargo, el mercado de cambios plantea grandes desafíos: i) el nuevo esquema de bandas es muy diferente al crawling-peg en términos de certidumbre sobre los valores del dólar en las próximas semanas y meses; ii) está actualmente montado en la oferta de dólares proveniente del agro y iii) necesita una afluencia de capitales para compensar el déficit estacional del segundo semestre.

Esto implica que el esquema cambiario tiene menores herramientas para sostener el ancla cambiaria. La istración del financiamiento público y la posibilidad de conseguir dólares por la vía financiera surge como la principal estrategia para los próximos meses.

Anclas y escenarios

Las anclas cambiaria y salarial siguen siendo el núcleo de la estrategia antiinflacionaria. La desinflación es, para el gobierno, la carta principal de cara a las elecciones. Sin embargo, ambas anclas se han vuelto más frágiles: la salarial enfrenta resistencia creciente, y la cambiaria se sostiene con menor solidez.

Hoy el gobierno, a partir del control de la situación macrofinanciera (especialmente el control del dólar), está logrando mostrar números descendentes en la inflación mensual. Para poder sostener las anclas, el gobierno necesita rápidamente mostrar un descenso de la inflación mensual dado que no solo se refuerzan las expectativas de éxito, sino que también se favorece el funcionamiento de las mismas.

Los salarios mínimos y las jubilaciones perdieron contra la inflación en abril

Una inflación alta debilita el proceso: presiona sobre el tipo de cambio real, afectando la competitividad externa, y deteriora el salario real, limitando su recuperación. Por el contrario, una inflación más baja refuerza la viabilidad del esquema cambiario y habilita mejoras en los ingresos reales.

De esta manera, la economía parecería operar bajo la lógica de profecías autocumplidas. Menor inflación en el corto plazo genera una probabilidad mayor de poder desinflar en los meses siguientes.

Una inflación alta debilita el proceso: presiona sobre el tipo de cambio real, afectando la competitividad externa"

Se abren hacia adelante dos caminos diferenciados. Uno optimista, en el que el gobierno consigue financiar el déficit externo del segundo semestre, bajar la inflación y crecer. Uno alternativo, de mayor nominalidad y menor actividad económica en el que el gobierno sufre la elevada volatilidad asociada al régimen cambiario más flexible.

Como suele suceder con las profecías autocumplidas y los equilibrios múltiples, sus resultados son difíciles de anticipar. En este marco, las elecciones de octubre aparecen como la culminación de una serie de desafíos de corto plazo que el gobierno deberá ir sorteando paso a paso.

* Directores de C-P Consultora