El último libro del autor uruguayo Pablo Cohen, Los indomables. Topolansky - Mujica, es una obra de entrevistas en profundidad; las primeras que dio la pareja en conjunto. En las charlas que mantuvieron, el expresidente, a quien el autor describe como “de alma joven”, recorre pasado y presente. Cohen cuenta el detrás de escena.
—En el libro se menciona que el liderazgo de Mujica traspasó la política. ¿En qué otras áreas creés que se extendió su influencia?
—Con su carisma, su don para manejar la palabra, su incorrección política, su historia de redención democrática y su enorme flexibilidad ideológica, Mujica excedió el liderazgo de su partido para convertirse en una especie de profeta reflexivo, pacífico y querible. El liderazgo de Mujica tiene aristas ideológicas, partidarias y sectoriales, pero también sociológicas y culturales.
Un hombre que no tenía WhatsApp, teléfono, ni redes sociales, y que vivía en una chacra, fue un mago de la comunicación y se despidió siendo llorado por su pueblo, que, aun en la diferencia, lo respeta –tal como vimos en el multitudinario funeral al que asistieron todos los expresidentes–. Además, es querido por personas que nunca lo conocieron, alrededor del mundo, tanto por su bonhomía como por su autenticidad.
—El libro tiene una forma fácil de leerse: muy dinámico, la palabra de Mujica por todos lados. ¿Cuál fue tu idea a la hora de armar el libro?
—El libro intentó ser transparente como un manantial, entretenido como un libro de aventuras y emocionante como la historia épica que encierra. Pero es, básicamente, un libro de entrevistas en profundidad, el primero que concedieron Lucía Topolansky y José Mujica juntos.
—Hacés hincapié en la relación entre Mujica y el papa Francisco. ¿Los ves similares?
—Bergoglio y Mujica tuvieron un referente intelectual común, el uruguayo Alberto Methol Ferré: un hombre culto y original, cristiano y con enorme sensibilidad social, un gran teólogo e impulsor de la integración latinoamericana que fue cercano a Pepe en sus últimos años y, antes, influenció a Bergoglio, quien tanto creía en la Teología del Pueblo.
Más allá de esto, Bergoglio y Mujica tenían muchas coincidencias, porque abrazaron la cultura del encuentro y la representaron muy bien, un centro democrático con preferencia por los pobres y por los excluidos, pero desde una perspectiva humanista y antirradical. De todos modos, no deja de ser curioso que un exguerrillero agnóstico, devenido presidente y oriundo de un país laico, se haya hecho amigo de un Papa que, además, fue el argentino más importante de la historia, y, como si fuera poco, el único Papa jesuita.
—Sos el último biógrafo de Mujica, ¿qué opinás de ese título?
—Soy el autor del último libro que se escribió sobre él, y el hecho de que Pepe se estuviera muriendo le dio una enorme emotividad al libro. Pero eso no significa que no haya otros libros notables que, también sobre Mujica, aunque con otra perspectiva, escribieron varios colegas.
—¿Cómo lograste este tan cercano a Mujica y Topolansky?
—Con trabajo, con respeto, con disciplina, sin atajos ni misterios. A ellos les gustaban mucho dos de los libros que escribí, uno de los cuales –Mevir: una historia hablada– que presenté en el Sodre de Montevideo junto a Mujica, a Lacalle Pou y a Sanguinetti, y el resto se dio naturalmente.
—¿Mujica y Topolansky son de alma vieja o de alma joven?
—De alma joven, sin dudas.
—Y después del tiempo que pasaste con ellos, ¿qué creés que fue lo que los hizo especiales?
—Su autenticidad, su ascetismo, su carisma y su intimidad con la palabra.
—En el libro das un par de ejemplos sobre la apertura de la pareja, sobre su curiosidad. ¿Creés que esa flexibilidad es lo que los puso un paso por delante de otros proyectos?
—Sí, la flexibilidad y un pragmatismo impresionante les han permitido que el Movimiento de Participación Popular tuviera más votos que el Partido Nacional. Aquí hay que prestar especial atención a la palabra “movimiento”. Mujica y Lucía no piden carnets ideológicos y eran muy poco dogmáticos. Eso los ha ayudado mucho, y también los ha acercado al centro republicano, sin renegar de los ideales que siempre abrazaron.