Se suele hablar del presente despotricando contra los nuevos hábitos. El salto tecnológico, la brecha generacional y la nostalgia de la analogía. ¿Cuantas veces se le va a echar la culpa a los celulares, se endilgará a los algoritmos la falta de iniciativa, se atribuirá a las redes el lenguaje cada vez más injuriante? ¿El discurso de la queja no impera sobre las acciones? ¿No hay forma de conciliar la dignidad con lo emergente?
Estas preguntas surgen de reiterados comentarios que los últimos días escuché sobre los efectos de las plataformas, el auge de la robótica, la inteligencia artificial, relacionados con la falta de atención y la desconsideración del otro. La lectura de Byung-Chul Han coronó la desazón de mi entorno. En su libro Psicopolítica, Han se refiere al “dataísmo” (término acuñado por David Brooks en el New York Times), estableciendo un vínculo más que homofónico con su antecesor lúdico un siglo atrás, el dadaísmo. Éste último imperaba como vanguardia creativa, mientras que el dataísmo estaría aplastando la creación. “El dataísmo es nihilismo. Renuncia totalmente al sentido. Los datos y los números no son narrativos sino aditivos. Los datos colman el vacío de sentido. En general el dataísmo adquiere rasgos pornográficos. Los dataístas copulan con datos. El dígito se aproxima al falo.”
Los textos del filósofo surcoreano suelen funcionar como alarmas de la época. Desde La sociedad del cansancio hacia adelante, su bibliografía parece acompañar el desmoronamiento.
Por otra parte, son varios los que se sienten eximidos de pertenecer y renuncian a estos tiempos como si la era digital hubiera roto el puente generacional que habilita el traspaso o la continuidad.
¿Pero acaso no es habitual que los habitantes del presente (en distintas épocas) consideren que están al borde de un abismo (llámese futuro) o que son privilegiados protagonistas del gran cambio? ¿No es refractario lo contemporáneo?
Esto me remite a un comentario de mi hija cuando me harté de las ofertas que llegaban por internet: “Mamá, lamentablemente el algoritmo sos vos, pero nadie quiere verse en el algoritmo”.
Uy.