OPINIóN
Centenario

Félix Luna, maestro en historia y en comunicación

El célebre historiador argentino logró que el pasado “aun el tantas veces tortuoso, zigzagueante y por momentos trágico pasado argentino, pudiera tornarse, paradójicamente, disfrutable”.

Félix Luna 20250527
Félix Luna. | CEDOC

Durante muchos años, desde el piso de alfombra donde de niño solía jugar, divisaba unos coloridos libros que asomaban de un anaquel de la importante biblioteca de mi madre. Aún luego de haber aprendido a leer, nada podía comprender todavía acerca del contenido de esos libros cuyos lomos anunciaban palabras como “caudillos”, “45”, “Perón” o incluso uno que más tarde, me enteraría, parafraseaba el título de un volumen del mismísimo Sarmiento: Conflictos y armonías. Sin embargo, en esa sucesión de volúmenes que a lo largo de los años no pararían de incrementarse, un nombre y un apellido se repetían: Félix Luna.

En algún momento, reparando en la fotografía reproducida en el álbum de un disco LP en la que se veía a una mujer con poncho y a dos hombres reclinados sobre un piano, pude asociar cara con nombre: uno era, nada más y nada menos, que el autor de aquellos libros que miraba, pero que también me miraban.

En la tapa del álbum que sin cesar se escuchaba en mi hogar, rezaba: Cantata sudamericana. Una vez más, sería con el paso de los años cuando repararía en que Félix Luna, Ariel Ramírez y Mercedes Sosa habían sido los artífices de que las canciones de ese disco pasaran a integrar el panteón de los clásicos del folklore nacional.

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En los últimos meses de 1982 en los que comenzaba a desencadenarse la transición a la democracia, una profesora de Historia del último año del Colegio Nacional al que asistía sería quien, insospechadamente, desataría el nudo de una vocación en ciernes. En efecto, junto con el infaltable libro de texto de Cosmelli Ibáñez, nos solicitó que compráramos algunos de Félix Luna.

En mi caso, solo tuve que retirarlos de los anaqueles hogareños y ponerlos entre mis útiles. Ahora sí, comenzaba a comprender de qué trataban esos libros y, como dicen los pedagogos, el conocimiento se me fue volviendo significativo.

La originalidad de los temas que abordaba, la sencillez pero, a la vez, la belleza de su prosa lograban que el pasado, por momentos trágico se tornara, paradójicamente, disfrutable"

Pero mucho más significativo se volvería cuando, al año siguiente, convencido de que lo mío era (y sigue siendo) la sociología, extraje El 45 del estante para que sus primeras páginas me ayudaran a comprender la —por momentos- incomprensible previa de aquel “año decisivo”.

Fue a la hora de preparar el examen de ingreso a la Universidad. Para esa altura no había vuelta atrás: el pasado me había atrapado y los libros de Luna habían sido, en buena medida, los responsables. Sin lugar a dudas, la originalidad de los temas que abordaba, la sencillez pero, a la vez, la belleza de su prosa lo habían logrado. El pasado, aun el tantas veces tortuoso, zigzagueante y por momentos trágico pasado argentino, podía tornarse, paradójicamente, disfrutable. Para esa altura, la fascinación por la historia se confundía con la de su comunicación. Y nuevamente, el artífice excluyente de la potente confluencia era Félix Luna.

Conocí personalmente a Luna a instancias de María Sáenz Quesada y como otros tantos maestros, su trato de “usted” nunca marcó distancia; escribiría reseñas de libros primero, artículos después y coordinaría por años el suplemento educativo de la usina de producción y comunicación de la historia que fue y sigue siendo la revista Todo es Historia.

Felicitas Luna y todo su equipo hicieron posible, ya no solo un mejor fluir de mi pluma, sino también un espacio en el que con la libertad indispensable, me ejercitara en el trabajo editorial, ese del “bisturí” que sin herir, sana la comunicación. Teníamos, por suerte, un experto cerca y siempre atento. Como debe serlo todo maestro.

Pero si de comunicación de la historia se trata, un museo histórico es, tal vez, la plataforma más extraordinaria para seguir haciéndolo. Si hoy eso resulta posible, es gracias a muchos a quienes uno mucho les debe. Y uno de ellos es, qué duda cabe, Félix Luna.

Qué mejor homenaje, entonces, a cien años de su nacimiento, que invitarnos a leer y a releer sus libros. Los mismos libros que yo divisaba en la biblioteca de mi hogar. Los mismos libros que, sin duda, se divisaron en tantos anaqueles de tantas bibliotecas de tantas generaciones de argentinos. Aquellos en cuyos lomos se sucedían, sin cesar, el mismo nombre y el mismo apellido: Félix Luna.

*Director del Museo Histórico Sarmiento. Sociólogo (UBA) especializado en temas culturales. Doctorando en Ciencias Humanas (UNSAM). El Museo Sarmiento realizará varias conferencias sobre la obra de Félix Luna. Se puede consultar horarios en https://museosarmiento.cultura.gob.ar/actividad/releyendo-a-felix-luna-en-el-centenario-de-su-nacimiento/