Un par de días después de una ajustada victoria en la Ciudad, el vocero presidencial y legislador electo anunció el primer ataque postriunfo. La víctima elegida, una vez más, fue la cultura: una serie de movimientos discrecionales afectará la autonomía del Instituto Nacional del Teatro (INT), entre otros organismos. Utilizando la eficiencia económica como falaz argumento, se avanza una vez más sobre instituciones fundamentales de nuestro país. Cualquiera que conozca cómo se solventa el INT podrá suponer con criterio que el interés final es ir contra el desarrollo del sector y callar artistas.
Para ser más claro, la ley que regula actualmente al INT elimina la arbitrariedad, porque los recursos son asignados representando a cada región del país por personas elegidas por concurso público y está solventado por un gravamen del Enacom y los juegos de azar. O sea, ninguna erogación proviene de dinero de los contribuyentes. Entonces, el único ahorro que persiguen es el de voces que promuevan el pensamiento crítico, vehículo para confrontar dramáticamente a la realidad.
Sebastián Blutrach (presidente de Aadet y empresario teatral) lo expuso con claridad: “En lugar de asumir la responsabilidad de gobernar, se distrae con titulares de pseudoeficiencia, destruyendo consensos sociales, quitando pluralidad, federalismo y democratización al INT, tan solo porque no funciona bien el Excel. No es un hecho aislado, con el Incaa decían lo mismo o parecido y lo hicieron desaparecer de facto”, y agregó: “Se trata de una batalla cultural lisa y llana, una batalla de destrucción, de cambios de paradigmas sin reflexión previa”.
Esto no tiene nada de novedoso en este gobierno, tampoco es algo que se haya inventado en estas tierras. En un contexto en el que todo es comunismo y el aparato estatal y paraestatal de comunicación confronta con Paka-Paka o con el ticket de una empanada, podríamos recordar los juicios por la supuesta infiltración del PC ruso en la industria del cine que comenzaron a finales de la década de los 40 en Estados Unidos, para ver que no es muy original usar excusas ideológicas para tratar de destruir el vínculo que el arte tiene con la sociedad.
Adorni en su anuncio dijo que la Secretaría de Cultura era “cuna de intereses políticos”. Lo hizo para acusar, pero fue casi una confesión de para qué la quieren. Y no es que hoy haya artistas prohibidos, pero destruir su organización y financiamiento se le asemeja bastante. Si lo que se busca es silenciar a todo aquel que sensibilice a las personas, apuntándolos públicamente para que reciban agresiones, relacionándolos con incomprobados desvíos de dinero en un país donde la economía cruje, es persecución. Nombres y apellidos que pasan a integrar las listas negras libertarias.
Ed Murrow, el periodista que enfrentó al macartismo dijo: “Si ninguno de nosotros leyera un libro ‘peligroso’, tuviera un amigo ‘diferente’ o se uniera a una organización que abogara por el ‘cambio’, todos seríamos justo el tipo de personas que Joe McCarthy quiere”. Si reemplazáramos el nombre del senador norteamericano por el del presidente argentino, ¿sonaría exagerado?
*Exdirector del Centro Cultural San Martín.