Sobre la Gertrud Kolmar straße, esquina De In den Ministergärten, cerca de la Puerta de Brandeburgo y a unos 130 metros del impresionante Monumento a los Judíos asesinados en Europa, el paisaje urbano es el clásico insípido que le da una mistica distintiva a muchas de las zonas de la ex Berlín comunista. Hay un estacionamiento separado por unas cercas bajas de los rectángulos de pasto y lo único que llama la atención es un cartel colmado de texto, y algunas fotos, planos y gráficos.
Si uno pasa por ahí sin estar anoticiado, el letrero es la única forma de enterarse que en ese solar, debajo de la superficie, estaba el búnker donde Adolf Hitler terminó con su vida y la de su esposa Eva Braun. O está: algunos de los túneles, hoy inaccesibles para el público, se conservan bajo la tierra.
Pero a la vista, solo un cartel con información, con los elementos sobre un fondo de azul frío ¿Qué más debería haber?
Hace 80 años, el 30 de abril de 1945, moría Adolf Hitler, después de ejercer un poder de escala inabarcable durante 12 años. Sucedió ahí, en el llamado Führerbunker, una sofisticada red de túneles, salas y habitaciones que conformaban un refugio antiaéreo cavado 8,5 metros bajo tierra.

Con el abismo encima, Hitler se metió en el búnker el 16 de enero de 1945, y casi no salió. Solo lo dejó una vez, el 27 de marzo, para ir a una reunión con el Estado Mayor en la ciudad de Brandeburgo. E hizo su última incursión pública a la superficie el 20 de abril, cuando cumplió 56 años y caminó hasta el jardín en ruinas para entregar la Cruz de Hierro a niños soldados de las Juventudes Hitlerianas.
El Führerbunker fue, en realidad, el segundo refugio antibombas: antes hubo otro, el Vorbunker, 2,5 metros más cerca de la superficie. El nuevo lo empezaron a construir en 1938, pero no se usó hasta el 3 de marzo de 1943, cuando se produjo un gran bomabardeo aliado. Meterse en el búnker tenía el peso de una decisión política: era empezar a aceptar que el panorama venía complicado.
El nuevo búnker tenía una boca especial para que Hitler pudiera salir a pasear con su perra Blondi y a tomar un poco de aire, porque el ambiente abajo era muy denso. Estaba construido bajo el nivel de las napas freáticas y las filtraciones de humedad y los hongos generaban una atmósfera pesada. Eso sí, era sólido: tenía un muro periférico de 2 a 3 metros de espesor y un techo de hormigón de cuatro metros de grosor. Resistió sin problemas los bombardeos de los soviéticos.
Había unas 18 habitaciones distribuidas a lo largo de un pasillo. El mobiliario era escaso. Al estar muy acotado el espacio, solo estaba equipado con lo imprescindible.
Las últimas horas de Adolf Hitler en el búnker
Sucio, deprimido y a la vez excitado, Hitler pasó en ese pozo con servicios los últimos meses, días, horas y minutos de su vida. Con él estaban sus personas de confianza, como su ministro de propaganda, Joseph Goebbels, quien desde el búnker lanzó su última medida desesperada: alistar a las milicias nacionales a todos los hombres de entre 15 y 70 años para defender a la ciudad.
“Quien se esconda cobardemente en los refugios antiaéreos, comparecerá ante un consejo de guerra y será condenado a muerte”, decía el documento distribuido a lo largo de Berlín. Los jerarcas, mientras, se guarecían.

La ocupación de la ciudad por parte del Ejército Rojo era un hecho y Hitler tomó las últimas determinaciones de su vida. Sin salir del búnker se casó con Eva Braun, en una ceremonia civil. Más tarde le dictó a su secretaria personal, Traudl Junge, su última voluntad y su testamento político. Era la madrugada del domingo 29 de abril de 1945.
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Al día siguiente, una ampolla de cianuro mató a la perra Blondi. Era una prueba. Cerca de las 15.30 se escuchó un tiro y cuando los asistentes entraron encontraron al führer con un agujero en la sien derecha. Su esposa había muerto envenenada. Los cuerpos fueron ubicados en una fosa en el jardín de la Cancillería del Reich, rociados con combustible e incinerados.
Apenas 48 horas después, Berlín caía en manos de los soviéticos. La guerra más cruenta del siglo había llegado al final.

El búker de Hitler: qué pasó después de la guerra
¿Qué pasó con el búnker? En 1947 los soviéticos arrasaron con los edificios visibles de la Cancillería pero no lograron dinamitar la red de túneles. Las autoridades de la Alemania comunista continuaron con la demolición y las catacumbas fueron parcialmente rellenadas. Con la caída del Muro y la reunificación hubo más excavaciones y demoliciones.
Todo fue intencionalmente borrado, con un objetivo preciso: evitar las peregrinaciones de los neonazis. La construcción de complejos de edificios fue parte de la estrategia para que el lugar luciera como otro cualquiera.
El lugar donde emergía el túnel de emergencia de Hitler quedó ocupado por un estacionamiento. Nadie que no debía ir hasta el lugar por necesidad debía sentirse atraído para visiitarlo.
Así se mantuvo hasta 2006, cuando, en ocasión del mundial de fútbol se instaló el cartel informativo. Un cartel en un lugar donde durante décadas no hubo nada: algo es algo, y a la vez es todo.
LT