POLITICA
Desde la recuperación de la democracia

Solo dos triunfos peronistas en medio de una historia de reveses en la Ciudad

Sus dos victorias son anteriores a la Estatuyente de 1994 que otorgó autonomía plena a la Ciudad de Buenos Aires. Aupado en el triunfo de Carlos Menem, el frente encabezado por Germán Abdala y Chacho Álvarez ganó la elección a diputados nacionales de 1991. Dos años más tarde, volvió a imponerse con la candidatura del ex ministro de Economía Erman González.

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El batacazo de Menem. Erman González sorprendió y ganó para el PJ la Capital en 1991. | cedoc

En la Ciudad de Buenos Aires, desde el retorno de la democracia, el peronismo nunca logró consolidarse como mayoría. ¿Por qué? ¿Cuándo estuvo más cerca? ¿Y qué enseñan esas excepciones? Hasta la elección de este domingo, solo dos veces había podido ganar una elección legislativa en la Capital. Esta es la historia de esos momentos en que pudo y de las lecciones que dejan aquellos hitos.

Las dos veces que se ganó en las legislativas

Ambas ocasiones en las que una lista peronista salió primera en las legislativas porteñas ocurrieron antes de la reforma constitucional del 94, cuando se elegían representantes al Consejo Deliberante de la Ciudad, (previo a la conformación de la Legislatura porteña).

En 1989, Menem fue elegido como sucesor de Alfonsín en el sillón de Rivadavia. Ese año, la crisis económica terminal del gobierno radical —marcada por la hiperinflación, la recesión y el colapso de los salarios reales— generó un voto castigo masivo contra el oficialismo. En la Capital, el peronismo logró captar ese malestar gracias a una campaña centrada en el cambio y la promesa de orden. La lista del FREJUPO, encabezada por Miguel Ángel Toma, se benefició de una coyuntura donde el rechazo al radicalismo era más fuerte que cualquier identidad partidaria firme.

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Miguel Angel Toma
Miguel Ángel Toma

El peronismo supo articular un discurso progresista, proponiendo “salariazo y revolución productiva”, que conectaba con las clases medias golpeadas. La presencia de figuras como Germán Abdala —referente de los trabajadores estatales y con fuerte inserción en las villas del sur de la Ciudad— fue clave para consolidar una mayoría circunstancial en un distrito históricamente adverso. El panorama institucional era complejo: la profundización de la crisis generó que Alfonsín declare el estado de sitio a fines de junio y, poco después, adelante su salida del gobierno.

El 8 de julio de 1989, Menem asumió la presidencia cinco meses antes de lo previsto, pero los diputados nacionales electos —entre ellos, los de esta lista del FREJUPO— recién tomaron posesión de sus bancas el 10 de diciembre, lo que provocó un desfase entre el Ejecutivo y el Congreso surgidos de la misma elección. Esta anomalía no se corrigió hasta una década después, en 1999.

El triunfo de 1993

En 1991, el peronismo mantuvo un buen desempeño en la Ciudad de Buenos Aires, aunque no logró imponerse sobre la Unión Cívica Radical. Pero en 1993, con la reelección de Menem como objetivo en marcha, el oficialismo impulsó un acuerdo conocido como el Pacto de Olivos, que abrió las puertas a la reforma constitucional de 1994. El peronismo llegó a la elección legislativa con recursos disponibles y un aparato alineado detrás de su figura presidencial. En 1993 volvió a imponerse en la Ciudad con el triunfo de Erman González, aunque con una diferencia menor que en 1989.

Pero ese triunfo también tiene otra lectura: fue el último reflejo de un momento en que el PJ aún conservaba una inserción urbana significativa, sostenida por redes sindicales, organizaciones barriales y presencia territorial. Después de ese pico, la tendencia fue claramente descendente, acompañando el giro neoliberal del menemismo y el consiguiente alejamiento de los sectores populares más afectados por las reformas y políticas de ajuste.

El crecimiento del desempleo, la precarización laboral, el cierre de fábricas y la expulsión de sectores medios hacia la pobreza configuraron una nueva geografía social en la Ciudad. El peronismo, cada vez más identificado con las políticas de ajuste, perdió legitimidad ante sus propias bases. Esto, combinado con la fragmentación del movimiento, anticipó el colapso institucional del 2001, cuando estalló la crisis de la deuda, la convertibilidad y se produjo un vacío político a todo nivel. El peronismo porteño implosionó, y el naciente kirchnerismo, sin todavía un armado propio, apoyó en las elecciones de 2003 la candidatura a jefe de Gobierno de Aníbal Ibarra, que fue destituido por un juicio político tras la tragedia de Cromañón, donde murieron 194 jóvenes por el incendio del espacio cultural durante un recital de rock. Nunca más, volvió a gobernar la Ciudad un candidato apoyado por el peronismo.

Aníbal Ibarra
Aníbal Ibarra

A pesar de que el kirchnerismo logró mantenerse 12 años en el poder, la Ciudad fue durante todo ese tiempo un bastión opositor, con el PRO a la cabeza. Con alianzas erráticas y liderazgos sin arraigo local, el kirchnerismo nunca logró revertir esa tendencia. Recién en 2019, con un Frente de Todos sufrido tras el deterioro de la presidencia de Macri, el peronismo volvió a hacer una buena elección.

El poskirchnerismo

En 2019, la lista fue encabezada por Matías Lammens para jefe de Gobierno. El Frente de Todos logró consolidar el voto opositor a Mauricio. La recesión económica, la suba del dólar, la caída del salario real y el aumento de la pobreza fueron el telón de fondo de una elección polarizada, en la que el peronismo porteño logró superar el 34% de los votos, su mejor resultado en 36 años de democracia, aunque salió por detrás de Juntos por el Cambio, que obtuvo el 54,22% en las legislativas.

Pero el gobierno de Alberto Fernández no logró sostener aquella expectativa. La combinación de una gestión desdibujada, internas permanentes entre el Presidente y la Vicepresidenta, y una economía que siguió deteriorándose —con inflación récord, caída del salario y pérdida de poder adquisitivo— fue debilitando progresivamente la identidad del Frente de Todos como alternativa. Ese desgaste abrió el terreno para el ascenso de La Libertad Avanza, que canalizó el enojo social con una narrativa de ruptura y antipolítica, especialmente entre los jóvenes de sectores populares que alguna vez simpatizaron con el peronismo.

En 2023, Leandro Santoro encabezó la lista de Unión por la Patria en la Ciudad de Buenos Aires, conquistando un piso sólido de representación en un distrito históricamente adverso. Su perfil moderado, su capacidad de diálogo y su instalación mediática lo posicionaron como una figura con proyección para futuras disputas electorales en la Ciudad.

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Las claves: alianzas e identidad. Los mejores desempeños del peronismo en la Ciudad no fueron producto exclusivo de estructuras partidarias tradicionales, sino del surgimiento de figuras con fuerte anclaje local y del armado de coaliciones amplias capaces de trascender los núcleos duros de votantes. Cuando logró combinar un liderazgo con sensibilidad porteña con una narrativa inclusiva y alianzas estratégicas, pudo disputar en condiciones.

Sin embargo, también es cierto que esas buenas elecciones se explican más por la fragmentación del electorado opositor que por un crecimiento sostenido propio. A diferencia de otros distritos del país, donde el peronismo ha superado con holgura el 40% o incluso el 50% de los votos, en la Ciudad casi nunca logró perforar su techo histórico del tercio.