CULTURA
Premio Planeta 2024

40 días antes de la caída del muro de Berlín, Paloma Sánchez-Garnica visitó Alemania y esa experiencia marcó su literatura

La escritora española situó a “Victoria”, su última novela, en plena posguerra y recorrió desde Alemania oriental a Estados Unidos con atormentados personajes. Su relato presenta una realidad cruenta que, aunque finalizada la guerra y el nazismo, continuaba bajo la bandera del socialismo y del capitalismo.

Victoria de Paloma Sánchez  Gárnica 20250512
"Victoria" de Paloma Sánchez- Gárnica. | Planeta

La escritora española de 63 años, Paloma Sánchez -Garnica, recién a sus cuarenta años dejó atrás su formación en Derecho, Geografía e Historia, para dar rienda suelta a la literatura. Una apuesta que se consolidó con los años y que el 2024 se coronó con el Premio Planeta por su novela Victoria.

Sus novelas de género histórico donde mezcla thriller y misterio, atraviesan el pasado y el presente. Publicó en la editorial Planeta la mayoría de sus novelas, como El gran Arcano (2006), La brisa de Oriente (2009), El alma de las piedras (2010), Las tres heridas (2010), La sonata del silencio (2012), que fue convertida en serie para TVE. En 2016 publicó Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido que recibió el Premio Fernando Lara de novela. En 2019 publicó La sospecha de Sofía. En 2021 quedó finalista en el Premio Planeta por la novela Últimos días en Berlín, propuesta bajo el título Hijos de la ira.

Victoria de Paloma Sánchez Gárnica 20250512

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Con Victoria eligió poner en foco a tres mujeres de diferentes edades e ideologías, pero con la misma sangre y el mismo padecimiento de Alemania en la posguerra, en la que se suceden las decepciones, escenas de espionaje, tortura, violaciones y las más variadas injusticias. Sin embargo, el amor y el instinto de supervivencia, van ganando algunas batallas.

Con Victoria, el lector repasa los grandes conflictos del siglo XX, la posguerra, el muro de Berlín, la Guerra Fría, el racismo sangriento de Estados Unidos, el Ku Kux Clan y el Macartismo norteamericano, por lo que leerla ayuda a reflexionar cuánto de esa violencia pasada aún sigue vigente o está latente.

Yo escribo para aprender y yo creo que eso se plasma de la lectura de los ojos de mis personajes, se me fija en la memoria y entiendo cómo se vivía en un momento histórico, cómo gestionan los personajes sus sentimientos cómo es la intrahistoria de esa época y eso lo tengo muy presente, seguramente eso luego se vuelve hacia el lector”, explicó Sánchez- Garnica en diálogo con PERFIL.

“La semilla de odio también se encontraba en lo que se consideraba la cuna de la libertad”

Se ha escrito mucho sobre la de deriva que Alemania tomó a partir de los años treinta, de la barbarie del nazismo y sus consecuencias; también del estalinismo y la crueldad de aquel sistema. Pero la semilla del odio también se encontraba en lo que se consideraba la cuna de la libertad y los derechos”, apunta la escritora en una especie de epílogo del libro, donde deja sus reflexiones para referirse al sangriento racismo y el macartismo estadounidense.

Victoria de Paloma Sánchez Gárnica 20250512

–Uno de sus temas recurrentes y sitio recurrentes tienen que ver con el periodo de guerras y Alemania ¿Por qué hace esa elección o cuál es su conexión con eso?

–El siglo XX tiene momentos dramáticos que han vivido seres humanos como yo, como tú, como cualquiera de los que estamos aquí, en principio, además, Berlín se convirtió en una ciudad mágica para mí porque yo tuve la fortuna histórica de estar 40 días antes de la caída del muro de Berlín.
Atravesé la RDA con mi coche y llegué al Berlín Occidental. Me encontré una ciudad absolutamente vistosa, colorida, llena de vida, con la gente en la calle, con flores. Era el 26 de septiembre del 1989. Y cogí el metro en la estación del zoo y una sola parada más allá me llevó a otro mundo completamente diferente. Salí como en una máquina del tiempo, un lugar gris, con los coches feos, no había nada en los escaparates, no había forma de gastarnos las divisas que nos obligaban a cambiar. Entonces, estuvimos unas horas allí y la verdad es que cuando volvimos, mi marido me dijo, "¿Te das cuenta de que este muro le verán caer nuestros hijos?". Mi hijo tenía 4 años, el 9 de noviembre del 89 cumplió 5 y bueno, cuando me llamó estaba acostando ya a los niños y me acuerdo perfectamente, me llamó y me dijo “Paloma están abriendo las verjas, está cayendo el muro”.
A partir de ese momento, para nosotros, para mí concretamente, Berlín se convierte en una ciudad un poco fetiche, una ciudad para seguir porque es una ciudad que se ha destruido, se ha construido, que ha vivido con un muro separando a familias, amigos, durante casi 30 años. Eso marcó a varias generaciones, de hecho nos marcó a nosotros. Y eso ocurrió en el centro de Europa. En una ciudad tan importante como Berlín. Yo creo que, en cada rincón, cada persona que ha vivido en Berlín tiene su propia historia que contar, ¿no?

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–La realidad que plantea en la novela, es bastante oscura ¿Se considera con cierto optimismo en la humanidad o con profunda decepción?

–Bueno, decepcionada estoy por los resultados que a nivel mundial se van viendo en cuanto a la política que el ciudadano está eligiendo. Pero sí que es verdad que yo en el fondo soy humanista, soy optimista por naturaleza y creo en la independencia, en la libertad del ser humano y sobre todo en la capacidad de transformación que tenemos como sociedad en una democracia, porque si estamos en una dictadura no hay capacidad de transformación.
Esta cultura occidental que tenemos, estamos en un cambio de era y el problema es que no podemos llegar a pensar que los males del mundo, los males del pasado a nosotros no nos pueden afectar, que el estado de derecho que tenemos nos lo dan con el ADN que no te lo puede arrebatar a nadie y ese es el problema, el gran problema que tenemos, que no somos conscientes de que todo eso lo tenemos que proteger, lo tenemos que cuidar y lo tenemos que defender porque nos lo pueden quitar en cualquier momento.

–¿Por qué decidió estudiar Derecho?

– Derecho fue por pura practicidad.

–¿Y cómo fue ese cambio a la literatura?

–El mundo de los libros, de las bibliotecas me parece fascinante y tener libros me da seguridad, no sé por qué me da seguridad. A los 20 años cuando me casé me convertí en ama de casa, pero tenía una inquietud, buscaba un espacio para mí. 20 años después identifiqué que quería escribir. En el 2003, después de una cena con amigos, volví para casa y le dije a mi marido, "voy a escribir una novela". Y me puse a escribir mi primera novela, sin ninguna responsabilidad, simplemente porque tenía necesidad de contar algo que me rondaba en la cabeza. Me publicaron esa primera novela y me sentí tan bien y tan a gusto que quise quedarme ahí.
Escribí la segunda novela con mucho miedo, con mucho temor de que me expulsaran otra vez de ese lugar y me la publicaron, pero ya puse los pies en el suelo dándome cuenta de que lo que yo controlaba era el proceso de escritura que me fascina y me apasiona y que la publicación y todo lo demás es algo que no controlo.

–Es consciente de que sus libros también implican una pedagogía para comprender los procesos históricos.

–Es que yo escribo para aprender y yo creo que eso se plasma de la lectura de los ojos de mis personajes, se me fija en la memoria y entiendo cómo se vivía en un momento histórico, cómo gestionan los personajes sus sentimientos, cómo es la intrahistoria de esa época y eso lo tengo muy presente, seguramente eso luego se vuelve hacia el lector.

–Como lectora, ¿qué elementos cree que tiene que tener una novela que te atrape?

–Pues no sé el secreto, pero lo primero es tiene que apasionar al escritor. Porque para mí es fundamental cuando yo estoy en el proceso de escritura, no pienso en lectores, no pienso en temas de moda, no tengo plazos. Aunque eso es muy subjetivo porque hay compañeros míos que necesitan un plazo para ponerse a trabajar y yo eso lo entiendo. Pero no pienso en lectores ni en temas de moda, sino que lo que necesito es que la historia que estoy escribiendo me apasione, me fascine. Y eso es fundamental.
Por otro lado, tiene que haber tensión, tiene que haber momentos que provoquen que el lector mantenga la respiración, que le haga erguirse cuando esté leyendo, que le haga emocionarse, que arrugue el ceño y tiene que poner un poco al límite a los personajes.