Me sorprendí al enterarme de que el ministro Federico Sturzenegger pasó nada menos que un año encerrado en su propia casa. Él mismo lo declaró a la prensa el otro día. Presumo que ha de contar con una vivienda holgada, sin sofocos ni apreturas; pero aun así, un encierro es un encierro y doce meses es mucho tiempo. ¡Un año entero! ¡Sin salir de su casa!
Se refería sin duda alguna a la pandemia que azotó el mundo en el año 2020 y que impuso restricciones más o menos en todas partes, mayores o menores según los recursos y las condiciones de cada lugar. Sin vacunas, sin barbijos, sin certezas: así fue como la cosa empezó. La zozobra era total y no es tan fácil asumirlo.
Con todo, al poco tiempo se estableció que al aire libre y manteniendo la distancia, el peligro de contagio era muy bajo. Y luego proliferaron esos barbijos que muy al comienzo escaseaban. Y entonces fue posible salir a caminar (a caminar e incluso a trotar, despejadas ciertas absurdas reprimendas iniciales); luego los bares y las cervecerías pudieron poner mesas en las veredas y hasta en las calles, y podía por caso uno ir a sentarse a tomar un café bajo el benévolo sol de las tardes de invierno, o pudieron por caso los jóvenes celebrar el Día del Amigo así fuera con las camperas puestas.
Llegó el verano y se pudo viajar por el país. Las playas atlánticas, las sierras cordobesas, los lagos del sur, el Litoral, en fin, los destinos habituales para las vacaciones argentinas, recibieron a los turistas de ese 20-21. Las condiciones no eran las normales, por supuesto, porque no era normal lo que estaba pasando en el mundo; pero hubo mar y hubo montañas, hubo orillas de río y hubo quintas suburbanas adonde ir (si se contaba con qué, por supuesto: como siempre).
Y mientras todo esto ocurría, el ministro Sturzenegger permaneció encerrado en su casa. Estuvo así hasta marzo de 2021, convencido de que no podía salir, convencido de que no lo dejaban. Creo que le echa la culpa al Estado. Deformada percepción que, proviniendo de un ministro de Desregulación y Transformación del Estado, bien puede resultarnos preocupante.