El economista Jorge Vasconcelos sostuvo que algunos indicadores, como la reducción del déficit fiscal y de la inflación, demuestran que la situación del gobierno de Javier Milei es mejor que la de Mauricio Macri en 2019. Sin embargo, señaló que el escenario “no da para un discurso triunfalista” por factores como el “amesetamiento en el nivel de actividad”. “La situación económica es fluida en algunos aspectos, pero no es para cantar victoria”, dijo en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3).
Jorge Vasconcelos es economista e investigador jefe del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL), de la Fundación Mediterránea. Es licenciado en Economía por la Universidad Nacional de Córdoba y publicó numerosos trabajos sobre temas macroeconómicos focalizados en el caso de Brasil y Argentina. Fue asesor del Ministerio de Economía de la Nación entre 1991 y 1996, en el período de Cavallo. También asesoró al gobierno de Ecuador durante la crisis del 2000, cuando se puso en marcha la reforma monetaria y la reestructuración de su deuda pública.
Anteayer, Vladimir Werning, el vicepresidente del Banco Central salió a diferenciar el plan económico de Milei del de Mauricio Macri en 2016 y 2017, en el marco de una reunión de titulares de bancos centrales en El Salvador. Por otra parte, el viernes pasado, el viceministro de Economía, José Luis Daza, dijo que lo que hace este gobierno es "lo opuesto" al de Macri porque comenzó por cerrar el déficit. Usted, en cambio, afirmó en un informe reciente que las condiciones actuales son similares a las que precedieron la gran devaluación del gobierno de Macri justo después de las PASO en el año 2019. Ellos hacen una diferencia entre el Macri de 2016 y 2017, y usted marca condiciones similares a las del Macri de 2019. Me gustaría que compartiera con nuestra audiencia su opinión.
Lo que ocurre es que son dos períodos distintos del gobierno de Mauricio Macri, y me parece que el énfasis del discurso de estos economistas que trabajan en el Gobierno estuvo referido a la salida del cepo de 2015 y lo que ocurrió en 2016 y 2017. Lo que yo había intentado hacer era ver las condiciones que había en julio de 2019, justo antes de que las PASO de agosto de 2019 dieran por tierra con el plan de Macri. Porque, obviamente, en agosto de 2019, cuando triunfó Alberto Fernández sobre Macri, con esa diferencia significativa, las expectativas dieron por hecho que se volvía a los cepos a fines de 2019, y esa fue la profecía autocumplida.
Entonces, yo hice la comparación contra julio de 2019, los minutos previos a que Macri perdiera contra Alberto Fernández en las PASO. En ese sentido, hoy la situación está mejor respecto de julio de 2019, y el Gobierno puede tener alguna expectativa más positiva respecto de la que ocurrió en las PASO de agosto. Pero en aquel momento se trataba de elecciones presidenciales, y las elecciones de este año son legislativas. De todos modos, como el Gobierno está tratando de nacionalizar las campañas, el hecho de que ahora sean legislativas puede no contemplar toda la realidad. Al nacionalizarse la campaña, habría como una especie de plebiscito que el Gobierno estaría llamando respecto de si se aprueba o no la gestión. Así que, en esa comparación con julio de 2019, hay algunas cosas que están mejor.
Todos seguimos con atención lo que la encuesta de la Di Tella sobre la confianza en el Gobierno que, si bien no predice quién va a ganar, sí habla de las chances del oficialismo en cada momento. Ese indicador está bastante mejor. En julio de 2019, el índice de confianza en el gobierno estaba por debajo de dos puntos, y ahora está en 2,4 puntos. El tema de la pobreza, por ejemplo, estaba en niveles similares, con un 35% de la población para julio de 2019, y está aproximadamente en ese mismo nivel en el presente. Pero la situación previa hace alguna diferencia. En julio del 2019 la pobreza estaba aumentando respecto de meses anteriores, y ahora está reduciéndose respecto de meses anteriores.
Al elegir nacionalizar esta campaña, el Gobierno puede estar apoyándose en estas estas diferencias que yo comentaba. Pero la situación económica no da como para un discurso triunfalista. Yo diría que da para un discurso de "sigamos en esta línea, en la medida en que la inflación siga bajando". Pero, por ejemplo, los últimos datos de recaudación impositiva vinculada al nivel de actividad —como el IVA, cheque o Anses— muestran que hay una meseta en la evolución del nivel de actividad después de la fuerte recuperación que hubo hasta la última parte del año pasado. Por ende, si hay un amesetamiento en el nivel de actividad, la foto que hoy tenemos de la situación de empleo-desempleo no debería cambiar mucho en los próximos meses. Hay actividades intensivas en empleo como comercio, industria y construcción, todavía no han recuperado los niveles previos. La situación económica es fluida en algunos aspectos y la situación del Gobierno es mejor que la que tenía Macri en julio de 2019, pero no es para cantar victoria.
Dice que los dos economistas del Gobierno se refieren al período Macri 2016-2017 y que usted se estaba refiriendo al de 2019. Pero, de alguna manera, las consecuencias de lo que se hizo en 2016 y 2017 crearon en parte las condiciones de lo que sucedió en 2019, que tenía que ver con una economía que estaba basada en una estabilidad sobre la base del endeudamiento. En el caso del 2016 y 2017, en una apertura de las importaciones y un atraso cambiario. En 2017, después de ganar las elecciones, Macri quiere llevar adelante determinadas medidas y no lo logra, y termina en el Fondo Monetario. Todo parece indicar que al Gobierno no le va a ir mal en las elecciones de octubre. Orlando Ferreres nos decía en este mismo programa que después de las elecciones va a haber algún reordenamiento macroeconómico. ¿Usted encuentra algún paralelismo con el post-2017?
En realidad, el gran problema de la gestión de Macri fue que, de arranque, no atacó el problema del déficit fiscal y el gasto público, y eso obviamente condicionó sus políticas. Ahí uno puede encontrar que, primero, pudo financiar ese déficit, pero por una combinación de circunstancias locales y externas, a partir del segundo trimestre de 2018 no hubo inversores dispuestos a financiar ese déficit. Hoy, el Gobierno también trata de conseguir financiamiento externo.
Es cierto, este Gobierno no tiene déficit, entonces no necesitaría financiamiento para el déficit. El problema es que este gobierno tiene la deuda que contrajo Macri. Entonces tiene que buscar financiamiento para pagar la deuda. Ya no es el problema del déficit, sino de la deuda.
Claro. Ahora, la preocupación que tenemos es que el riesgo país no logra bajar lo suficiente. Estamos hablando ahora de 2025, en un contexto donde la tasa de interés afuera es muy alta. El rendimiento de un bono del Tesoro de Estados Unidos a 10 años está cerca del 4,5% anual. Cuando uno habla de riesgo país, habla de la sobretasa a ese rendimiento. Si Argentina quisiera emitir deuda en forma continua en el mercado internacional, tendría que aceptar rendimientos del 11%, lo cual sería una luz anaranjada de alerta, debido a que, a ese nivel de tasa de interés de la deuda, la situación se deterioraría rápido.
El hecho de que el riesgo país esté en 650 puntos hoy es ambivalente. Es ambivalente porque dificulta la posibilidad de que, aunque el Gobierno quisiera, no puede asumir la política que se asumió entre 2016 y 2017. La reducción del riesgo país es lenta, aun cuando hubo un acuerdo muy importante en abril con el Fondo Monetario, por el cual entraron muchos dólares a las reservas. Esto tiene que ver con lo que mencionabas de Ferreres, con el hecho de que Argentina no tiene resuelto hoy el tema de cómo va a cubrir sus vencimientos de deuda para los próximos años, con vencimientos de capital promedio anual de 15.000 millones de dólares.
Esa preocupación respecto de cómo cierran los números externos para 2016-2017 está vinculada con este nivel de riesgo país. Y este nivel de riesgo país es paradójico porque, a su vez, complica la posibilidad de que el Gobierno pueda endeudarse más de lo que hoy está ocurriendo. En ese sentido, este 2025 no es parecido a 2016-2017, y tampoco lo es el tema de la situación fiscal. Pero es cierto que las importaciones de bienes y servicios hoy están subiendo a un ritmo muy fuerte, comparado con exportaciones que están prácticamente estancadas. Estamos hablando de 2025 contra 2024.
La situación del sector externo, y el hecho de que el Gobierno se resiste a comprar dólares dentro de la banda, y la recuperación de reservas es lenta, más allá de los créditos que hubo en abril, es lo que hace que se presuma que el tipo de cambio tenga que acomodarse después de las elecciones, para ponerse más a la altura de lo que está ocurriendo con el sector externo. Pero hoy no se espera que los cambios que pueda haber de cara a 2026 en términos de devaluación o inflación sean de la magnitud de las correcciones que hubo de 2018 a 2019.
Elizabeth Peger: Todo eso dependerá de lo que ocurra en los próximos meses, especialmente con la balanza comercial, el fuerte crecimiento de importaciones y la salida de dólares por turismo. Pero quería consultarle por las inversiones. A partir de la Ley Bases se sancionó el “régimen de incentivo a grandes inversiones”. Sin embargo, los datos oficiales hablan de un deterioro de la inversión extranjera. ¿Qué está pasando? La imagen positiva de los mercados hacia afuera respecto de la Argentina no se traduce en la llegada de inversiones significativas.
Ahí hay dos factores. Por un lado, el tema rentabilidad, y por otro lado, el funcionamiento del mercado cambiario. El 11 de abril se levantó el cepo para personas físicas, pero no para personas jurídicas. Entonces, la inversión extranjera directa mira mucho este tema de la subsistencia del cepo para personas jurídicas, por la vieja frase de Alberto Fernández de que el control de cambios es una piedra en la puerta giratoria. Entonces, eso hace que sea tímido. De hecho, en abril hubo salida de inversión extranjera directa, no entrada. Uno debería esperar que después de las elecciones el Gobierno trate de tomar todas las medidas necesarias para levantar el cepo también para personas jurídicas, para lo cual hacen falta más reservas y menos riesgo país, para que ese levantamiento del cepo a personas jurídicas no implique lo que pasó con personas físicas en abril, cuando hubo una demanda de 1.000 millones de dólares en un solo mes porque el cepo se levantó el 11 de abril. Sobre el tema del funcionamiento del mercado cambiario, todavía estamos en la transición y esperando que se reúnan las condiciones para poder dar ese paso, que no es sencillo ni va a ser inmediato.
Después está el tema de rentabilidad. La reactivación que hubo después del piso de la recesión, que ocurrió en abril del año pasado, fue relativamente fuerte hasta fin de año, y ahora hay un amesetamiento. Los datos de recaudación vinculados a IVA y al impuesto al cheque dan un amesetamiento para los últimos dos trimestres. Eso tiene que ver con un problema de rentabilidad. Y el problema de rentabilidad, a su vez, tiene que ver con un problema de productividad. Desde que se impusieron los cepos en la economía argentina, que fue a fines de 2011, la economía es menos productiva. Hay un problema donde las dos partes tienen razón: los empresarios no tienen buena rentabilidad y los salarios no se han podido recuperar. Y no hay magia porque es un problema de productividad. No se soluciona con política monetaria, con política cambiaria. Es un proceso largo de recuperación de productividad.
El Gobierno evita que se ponga la lupa sobre los dólares del turismo
En el mercado de trabajo argentino, menos del 30% son asalariados privados formales y más del 70% son empleados estatales, informales y cuentapropistas. Es un panorama de baja productividad, que hace que tanto la rentabilidad de la empresa como el nivel del salario real tengan ese techo de cristal que en este momento no están pudiendo superar, y el tema de la rentabilidad es fundamental para atraer inversiones. Entonces, hay rentabilidad en Vaca Muerta, pero eso es el 5% del PBI. El 95% restante tiene problemas. Hay falta de rentabilidad en el campo, porque los impuestos son muy altos, y hay falta de rentabilidad en la construcción, porque subió mucho el costo en dólares, pero los métodos de construcción siguen siendo los mismos, cuasi artesanales.
Ese techo de cristal para la continuidad de la recuperación del nivel de actividad es el problema más serio que tiene la economía argentina. Desde 2011 entramos en un cono de sombra en términos de productividad, que es un fenómeno que no ha ocurrido en países vecinos. El mismo Brasil, que es un país pesado para crecer, con mucha burocracia y muchas interferencias del gobierno sobre distintas variables, de todas maneras, no tiene los impuestos que tiene el agro para exportar en Argentina. También hizo una reforma laboral muy buena bajo el interinato de Temer y ha mejorado su productividad respecto de lo que es el caso argentino. Entonces ese es el tema central: que no hay magia para romper ese techo de cristal de baja productividad.
EP: Sí, no parece tampoco que el Gobierno esté ocupado especialmente en resolver ese problema.
Alguna de las desregulaciones que se han hecho pueden ayudar. En el caso de los costos de logística es un ejemplo porque en la Argentina son carísimos. En parte es por el hecho de que se llevaba y traía mercaderías a Tierra del Fuego en camión, cuando lo lógico hubiera sido que esos más de 3.000 km se cubrieran con barcos. Eso no ocurría porque había muchas regulaciones que, como el perro del hortelano, no comían ni dejaban comer. Lo mismo pasa con el turismo y la conectividad. Los turistas extranjeros se quejan muchísimo de que, si quieren visitar las Cataratas y el noroeste argentino, no hay vuelos que conecten Misiones con Salta. Tienen que ir a Misiones, volver a Buenos Aires e ir de Buenos Aires a Salta. El tiempo muerto para el turismo es un lastre muy pesado.
En fin, hay muchos problemas logísticos que hacen a este cuadro de baja productividad que estoy mencionando, y eso se soluciona con tiempo. Pero lo más importante y urgente es el tema de la reforma laboral, por lo que mencionaba antes: menos del 30% de la población empleada son asalariados privados formales. Eso tiene que expandirse para que la productividad crezca. La diferencia de productividad entre un empleado formal y un empleado informal es muy alta. Yo creo que la cuestión de desregulación para el funcionamiento competitivo de la logística, y de reforma en el mercado de trabajo a través de una legislación laboral actualizada al siglo XXI, son claves. Habría que ver si esto puede lograrse en lo que resta del 2025.
TV/ff