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MODO FONTEVECCHIA

Carlos Leyba: "La protesta si no tiene traductor político no sirve para nada"

El economista analizó los límites del plan económico de Javier Milei y consideró que el mayor problema en la actualidad es que no hay un proyecto político opositor que “enamore”. 

Carlos Leyba
Carlos Leyba | CEDOC

El economista Carlos Leyba analizó el plan económico de Javier Milei y consideró que su punto débil es la falta de dólares. “Cuando las tasas de interés sean absolutamente escandalosas y sea evidente que dólares no hay, la macroeconomía va a pegar un estallido”, dijo en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3).

Carlos Leyba es economista, egresado de la Universidad de Buenos Aires, con posgrado en la Universidad de Bruselas. Durante la presidencia de Perón fue subsecretario general del Ministerio de Economía y vicepresidente ejecutivo del Instituto Nacional de Planificación Económica. Para muchos es, y fue, la mano derecha de José Ber Gelbard, el ministro de Economía que en ese entonces conducía la economía argentina. Posteriormente se desempeñó como consultor del Banco Mundial, del Banco Interamericano de Desarrollo y de muchas empresas.

Desde la voz de la experiencia, cuando usted ve lo que está pasando, ¿qué le indica su pálpito respecto de hacia dónde va esta economía argentina.

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Bueno, a mi edad lo que me golpea es que me da una inmensa tristeza. No solo por lo que ocurre como consecuencia de quienes tienen hoy el poder, sino por el desconcierto de quienes, de alguna manera, uno supone que están sintiendo esto que usted me describe. Son muy pocas las personas —de todos los rubros: el periodismo, la política, los intelectuales— que traten de aclarar la velocidad en la que nos preparamos para una verdadera catástrofe colectiva.

Tal vez no con la caída del Producto Bruto abismal de la pandemia o algún caso tipo 2001, pero bueno... las enfermedades silenciosas son las peores. Es decir, cuando uno ni siquiera tiene conciencia de la evidencia de los síntomas. Uno escucha permanentemente a gente que supone que tiene una mirada más amplia que el simple cómputo de las estadísticas, de lo que se mide todos los días. Porque esto hay que tenerlo en cuenta.

Yo comparo siempre la versión de los economistas de coyuntura —le aclaro, que yo fui uno de los que formó el primer equipo de análisis de coyuntura en el Ministerio de Economía, la Dirección de Análisis de Coyuntura, hace miles de años— y me da la comparación con los nuevos médicos que solamente ven los análisis de laboratorio y que al tipo no lo revisan ni conversan con el enfermo.

O sea, ven lo que se puede computar, pero aquello que está detrás de eso que se computa... parecería una nueva técnica médica: la de no mirarlo. Y bueno, uno acude a los clínicos viejos porque sabe que hay una investigación más profunda, necesaria.

Bueno, en concreto: yo siento que no estamos debatiendo sobre el país que estamos construyendo. Y no es de ahora, por supuesto. Pero digamos, ahora hay una aceleración y un cambio de rumbo, un cambio del flujo del río que realmente va a hacer muy difícil tener una sociedad como la que el común aspira. Una sociedad con condiciones de vida para la inmensa mayoría.

Recuerdo que Roberto Lavagna, cuando este gobierno comenzó, nos dijo a algunos periodistas: "Esto puede durar dos años". Así como la convertibilidad duró diez, esto puede durar dos. Mucho menos. Pero bueno, puede producir efectos que, a lo mejor, logren tener una buena elección de mediano término.

Llevamos un año y medio ¿Cuánto cree usted que dura hasta llegar a eso que usted denomina una caída del Producto Bruto, no tan grande como la del 2001, pero un nuevo colapso macroeconómico?

Bueno, mire, yo coincido en varias cosas con Roberto. Primero, somos compañeros de la facultad de la misma época, en los mismos años nos recibimos, estudiamos los mismos años. La segunda es que, conversando con usted también le dije que yo coincidía absolutamente: que esto podía durar, no sé si solo 24 meses, tal vez pueda durar más.

No lo sabemos. De esto depende... usted sabe que la protesta, si no tiene un traductor político, no sirve para nada. Simplemente es escándalo. Y yo veo que no hay traductor político, porque no hay en oferta una propuesta de cómo se reconstruye una sociedad decente. Eso no está. Claramente, no está.

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Mire, yo soy un convencido de que los liderazgos no son producto de una persona, sino del cultivo de un montón de ideas que se van acumulando y que finalmente forman un proyecto. Y el caso concreto de este joven Milei, también coincide con eso.

Yo creo que esto se vino amasando de mucho tiempo. Esta idea de la destrucción del Estado como agente del bien común hace rato que se viene estudiando. Que consiste, básicamente, en derogar toda capacidad de resistencia para que la sociedad transite hacia un marco más desarrollado, de más justicia, de más calidad de vida. Porque hay gente que tiene pánico a que eso ocurra. Y entonces se generó toda una visión de esto. No salió de un día para el otro. La actitud del loquito y de la tábula rasa, y demás... bueno, fue la gente que aprovechó ideas.

Mi pregunta es: ¿usted cree que, desde el punto de vista macroeconómico, el punto de quiebre va a ser cuando la mayoría de la sociedad compruebe, si eso sucede, que este plan económico no le da resultados personales y le empeora la vida?

Y... mire, yo creo dos cosas. Desde el punto de vista estrictamente económico acá está pendiente una cuenta que se llama el dólar. En la medida en que todas estas peripecias de búsqueda de dólares, de cualquier manera —que emite un bono, que acabo de enterarme que ya rindió el 6%, el último en dólares que emitieron—, haciendo un festival de entrega de ganancias extraordinarias para los que hacen carry trade...

Cuando eso se detenga, cuando las tasas de interés sean absolutamente escandalosas —hoy estarían cerca del 10% u 11% en dólares, realmente una cosa muy increíble—, cuando eso se detenga y sea evidente que dólares no hay, ese día la economía, la macroeconomía, va a pegar un estallido. Seguramente un temblor.¿Cuándo va a ocurrir eso? Bueno, no pareciera ser que falte mucho.

Salvo que la relación extraordinaria de José Luis Daza con el secretario del Tesoro de Estados Unidos, que es una relación de conocimiento íntimo, genere esa ayuda americana insólita de darle liquidez a la Argentina, cosa que nunca habría ocurrido si no hubiera habido esa relación. Bueno, eso puede prorrogar el tiempo, pero yo creo que eso tampoco puede ser una cadena interminable.

Por lo tanto, repito: en la macroeconomía, la cosa pasa por el dólar. Ahora, el tema del otro capítulo es la cuestión social. Esa cuestión social, si no se verbaliza en términos políticos, simplemente es desorden. Y yo creo que hasta que no ocurra una visión de política económica suficientemente densa como para darse cuenta de que un déficit fiscal, que no es cierto que sea cero, porque no se están computando los intereses de la deuda en pesos, un déficit fiscal que implica que no se le puede pagar a los maestros, que no se le puede pagar a los médicos, que se deprime la salud, la economía, la seguridad y todo, por falta de gasto público.

Y que las licitaciones de las obras privadas son —como hoy bien dice un periodista de La Nación— realmente un papelón. Porque ni siquiera hacen una propuesta concreta, porque no hay manera de que eso ocurra. No son suficientemente densas las rutas argentinas, de un país inmenso y vacío, como para que el peaje pueda pagarlas. Bueno, en fin, cosa que cualquiera sabe.

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Bueno, cuando esa infraestructura se haga realmente terrible... Pero no hay nadie que esté proponiendo algo concreto que enamore. Bueno, este... evidentemente, sí, hay desorden. Pero tiene que aparecer esa propuesta, Jorge. Si no aparece eso...

A ver si lo puedo sintetizar, Carlos. Lo que usted dice es que si el Tesoro norteamericano estuviera dispuesto a financiar la cantidad de dólares que fueran necesarios para continuar, y no apareciese simultáneamente alguien que convierta la protesta en una alternativa, ¿esto podría continuar dos, tres, cuatro o cinco años?

Y sí, yo creo que sí. Eso es evidente. La carencia central no son solo los errores de este programa, que son manifiestos, son obvios. Usted lee los artículos que prácticamente proponen, una vez más, tipo de cambio bajo y gran apertura económica sin creación...

Lo dijo Ricardo Arriazu, que diría que es el pope central de ese pensamiento. Lo advirtió tres veces en distintas reuniones: “Este programa puede tener éxito, vamos a tener dólares del cobre, de la minería, bla bla bla, dentro de unos años”. Pero a eso, él lo llamó así, es enfermedad holandesa pura. Entonces la Argentina, que no podrá vender ninguna otra cosa que no sea riqueza natural sin valor agregado, tendrá problemas serios —dijo él— de pobreza y descontento.

Bueno, justamente, lo advierte Arriazu. Vamos camino de eso.

¿El modelo peruano, por decirlo de alguna manera?

Puede ser, pero nosotros somos distintos. Yo trabajé en Perú, y realmente sí, tienen problemas de otro carácter, antropológico. No, no es lo mismo. Argentina es un país diferente al resto de los de Latinoamérica, eso no cabe duda. Y tiene otras demandas y otros reclamos que uno los puede postergar un tiempo, pero llega un momento en que todo eso florece.

Pero vuelvo a repetirle: lo angustiante de la Argentina no son solo los problemas que genera Milei, del programa, y los que heredamos de Fernández y del kirchnerismo. Porque eso no hay que olvidarlo: realmente fueron gestiones espantosas. Néstor Kirchner desaprovechó la mejor oportunidad de la historia argentina. Cualquiera que haga las cuentas va a poder coincidir en ello. No hizo absolutamente nada que tuviera que ver con el desarrollo del país. Ni una sola ley que promoviera la inversión, a pesar de que estábamos en las condiciones óptimas para hacerlo.

Bueno, no importa, todo eso fue acumulando esta desgracia. Pero si no hay un proyecto, una propuesta política madura, que trascienda la crítica menor, que sea una oferta enamorante, no hay manera de canalizar esa demanda de salida del país. Y eso, bueno, es un problema de la debilidad de la clase dirigente. Es cierto, eso es indudable. Si no, no estaríamos donde estamos.

¿Cuál es la razón para que la Argentina sea lo que es, teniendo todo lo que tiene y todo lo que fue? ¿Por qué no? Bueno, yo soy un viejo, pero la primera vez que vi gente pidiendo limosna en la calle fue en la ciudad de Madrid, en 1968. Nunca había visto en Buenos Aires a alguien pidiendo limosna en la calle, de la manera que se pedía en la Gran Vía, en Madrid. Hoy va usted a Madrid y es una capital extraordinaria.Bueno, ¿y qué pasó? Uno fue para acá, y el otro para abajo. Inentendible, pero pasó.

MC