ECONOMIA
ECONOMISTA DE LA SEMANA

Sin reservas, ¿habrá paraíso?

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Sangría de divisas. El BCRA que maneja Santiago Bausili sigue sin acumular reservas. | NA

Mientras el discurso oficial sostiene que el peso fuerte no es un problema, la falta de acumulación de reservas empieza a generar desconfianza. La política construye sentido, pero la macroeconomía impone sus verdades.

Uno de los objetivos centrales de la política económica actual, expresamente establecido en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, es la acumulación de reservas internacionales en el Banco Central. Se trata de un objetivo crucial no solo para fortalecer la sostenibilidad del programa, sino también para anclar las expectativas del mercado, reducir el riesgo país y recuperar grados de libertad en la política económica. Sin embargo, desde el mismo día en que se firmó ese acuerdo, el Gobierno empezó a tomar distancia de lo que había comprometido.

Primero lo hizo con declaraciones que sorprendieron: argumentó, a pesar de que se había reservado esa posibilidad tanto en el acuerdo con el FMI como cuando se dio a conocer el nuevo régimen de bandas cambiarias, que no pensaba intervenir dentro de la banda –una intervención que, en teoría, debía permitir la acumulación de reservas cuando el tipo de cambio se aproximara al piso del corredor–. Luego directamente minimizó la importancia del objetivo, sugiriendo que la acumulación de reservas no era relevante, o que incluso podía postergarse sin mayores consecuencias. En los hechos, se borró con el codo lo que se había escrito con la mano.

El discurso oficial sostiene que el peso fuerte no es un problema

Pero lo cierto es que acumular reservas sigue siendo importante. Muy importante. Y no porque así lo establecen las metas del programa acordado con el FMI, sino porque el mercado lo sigue considerando un termómetro clave de la credibilidad del esquema macroeconómico. El riesgo país, que había alcanzado un mínimo de 559 puntos básicos el 9 de enero, volvió a instalarse en torno a los 670 puntos y no logra perforar ese nuevo piso. Por su parte, las recientes colocaciones de deuda en dólares, que bien reflejan una mejora del apetito por el riesgo argentino, se hicieron a tasas que siguen siendo elevadas. Las señales parecen ser claras: sin reservas, no hay garantía de cumplimiento y la confianza se vuelve más esquiva.

Lo que se dice y lo que se hace. La contradicción entre discurso y acciones se vuelve aún más evidente cuando se observa el comportamiento reciente del Gobierno. A pesar de lo que se dice, todas las medidas adoptadas en las últimas semanas apuntan a lo mismo: conseguir dólares por cualquier vía posible. No importa si provienen de la economía informal o si se trata de capitales de muy corto plazo o si provienen de nuevo endeudamiento. Es decir, se intenta acumular reservas sin que provengan de un genuino saldo comercial o de una mejora estructural del frente externo. No importan los orígenes ni cuán sustentables son esos flujos de dólares; lo importante es sumar algo al balance.

El fallo de la Corte Suprema que confirma la condena contra la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner puede tener un impacto inicial favorable sobre el riesgo país, pero no cambia lo esencial. Lo que domina el escenario es la sensación de que el Gobierno necesita alimentar las expectativas favorables con anuncios frecuentes. Una suerte de anabólico permanente, que en lugar de consolidar confianza empieza a sugerir lo contrario: que el programa no se sostiene por su consistencia, sino por su capacidad de generar titulares.

Este patrón –que ya analizamos en otras notas– implica un riesgo mayor: cuanto más se recurre a anuncios episódicos, más se erosiona la percepción de que existe una hoja de ruta integral y sostenida. El Gobierno insiste en que “todo marcha según lo planeado”, pero la necesidad constante de corregir, ampliar, aclarar o reinterpretar sus propios objetivos sugiere lo contrario. Incluso en el marco de una política desinflacionaria que sigue mostrando buenos resultados.

El problema que no se nombra. Finalmente, hay un punto de fondo que no puede soslayarse: el nivel del tipo de cambio real. La dificultad para acumular reservas por vía de la cuenta corriente cambiaria (la cual es negativa desde junio del año pasado) y la necesidad de acudir a mecanismos alternativos –como endeudamiento, ingreso de capitales especulativos o blanqueos– son síntomas de que dicho nivel no es el adecuado para promover un superávit externo sostenible. En este contexto, sostener que el tipo de cambio no es un problema, o lisa y llanamente volver a no hablar del tema, puede ser políticamente funcional, pero difícilmente resista el análisis desde una perspectiva macroeconómica más integral. La persistencia de un tipo de cambio apreciado también introduce distorsiones en la asignación de recursos y en la recuperación de sectores transables, y si bien no compromete a cortísimo plazo la dinámica inflacionaria, eventualmente puede ser un foco de dudas sobre la continuidad de la desinflación que, para consolidarse, necesita de una economía que funcione sin desequilibrios externos crecientes.

El informe difundido por el BCRA este viernes 13 de junio de 2025.
El informe difundido por el BCRA este viernes 13 de junio de 2025.

El 1,5% de inflación minorista relevado por el Indec para mayo es una excelente noticia. Si bien la inflación núcleo (2,2%) volvió a ubicarse por encima del promedio, se trata de una importante desaceleración respecto de los niveles previos (llevaba siete meses sin poder romper el piso de 2% mensual). La convergencia de la inflación a un rango entre el 1% y el 2% mensual podría permitir que la apreciación del tipo de cambio real se desacelerara, sobre todo si el tipo de cambio nominal se va desplazando hacia el techo de la banda. Pero no habría que descartar que resurgieran algunas presiones inflacionarias en la medida en que se produzca ese progresivo desplazamiento (el cual esperamos se produzca, de no mediar un deterioro más marcado de la gobernabilidad, con algo más de fuerza cuando nos aproximemos a las elecciones nacionales de octubre).

En resumen, la economía argentina avanza sobre un terreno frágil, donde el relato oficial empieza a tensionarse con la realidad de algunos indicadores. Acumular reservas no es una opción técnica entre otras: es una condición necesaria para darle consistencia al resto de los objetivos, incluida la desinflación. Sin reservas, no hay sostenibilidad. Y sin sostenibilidad, el riesgo es que todo el esfuerzo realizado hasta ahora se vea puesto en cuestión. El mercado lo sabe. Y si bien sería prudente que el Gobierno lo itiera, es improbable que veamos un cambio en lo que ha sido uno de sus dogmas: el peso fuerte no es un problema y llegó para quedarse. Pero en algún momento el relato choca con la realidad: la política puede construir sentido, pero la macroeconomía impone sus verdades. Siempre.

*Economista.