China ya no es un simple competidor; se ha convertido en un protagonista central en la carrera global por el liderazgo en Inteligencia Artificial (IA), desafiando el dominio de Estados Unidos. Empresas como Baidu, Alibaba y Huawei están a la cabeza, desarrollando modelos de lenguaje de última generación y plataformas de IA como servicio que hacen más accesibles estas tecnologías a diversos sectores. Además, propuestas como DeepSeek, una IA de código abierto, han sacudido el mercado al romper con el monopolio de Nvidia y facilitar el a nuevas herramientas.
Este auge no sería posible sin el decidido respaldo del Estado. Desde 2017, el gobierno chino ha colocado a la IA en el centro de su estrategia nacional, invirtiendo fuerte en investigación, infraestructura y formación de expertos. En 2020, el país fabricó la mitad de los teléfonos móviles y computadoras del mundo, y lidera en tecnologías como el 5G y los vehículos eléctricos. Incluso el Ejército Popular de Liberación ha adoptado soluciones basadas en IA para operaciones de reconocimiento y ataques coordinados, marcando un antes y un después en el campo castrense.
La IA también ha transformado la forma de producir en China. En lo que se conoce como "Industria 4.0", sectores como la siderurgia, la energía o la industria alimentaria han incorporado automatización, análisis de datos y robots para aumentar la eficiencia y reducir costos. Empresas como BYD ya dominan el mercado de autos eléctricos, mientras que la vasta red 5G respalda el desarrollo de ciudades inteligentes.
Crecen los vínculos entre chatbots y humanos: ¿es posible tener un amigo o pareja creado con IA?
Shenzhen y Hangzhou son ejemplos de cómo la tecnología se integra al tejido urbano: allí las cámaras con reconocimiento facial y los sensores del Internet de las Cosas (IoT) son elementos que abundan. Algunas aplicaciones del IoT están en la ropa que se conecta a internet, los autos sin conductor que hablan entre sí para evitar accidentes, cubos de basura inteligentes que avisan cuando están llenos, y sistemas inteligentes de gestión del tráfico que permiten una gestión urbana más eficiente. Sin embargo, esta digitalización también plantea dilemas éticos, especialmente en torno a la privacidad y la vigilancia masiva. China se está posicionando como un laboratorio de convergencia entre tecnologías digitales y biológicas, lo cual redefine las bases del poder económico y tecnológico a nivel global.
Pero no todo en este avance es positivo. Las actividades al margen de la regulación, como la generación de datos falsos o la vigilancia extrema mediante IA, también han crecido. Herramientas como DeepSeek han sido utilizadas en la creación de deepfakes y sistemas de control social. Estas prácticas, muchas veces respaldadas por el propio gobierno, han generado preocupación internacional.
En los últimos 50 años, China ha experimentado un cambio radical en términos de bienestar. La pobreza extrema pasó de afectar al 88% de la población en 1981 a menos del 2% en 2020, según datos del Banco Mundial. No obstante, el sistema denominado como "socialismo de mercado", tan sui generis chino, está consiguiendo la asombrosa hazaña de reducir drásticamente la pobreza extrema, aunque conjugada con un aumento en la desigualdad, como lo revela el coeficiente de Gini.
La Inteligencia Artificial y el vacío legal en el derecho del trabajo
En lo que respecta a ideología, cobra relevancia una de las frases más conocidas del reformista Deng Xiaoping: "No importa si el gato es blanco o negro, mientras cace ratones". La apertura pragmática de China al mercado y a la tecnología, incluso en áreas sensibles como la IA, sigue esa lógica: lo importante es que funcione y traiga resultados tangibles.
La IA también conlleva riesgos. En el campo, la agricultura de precisión puede mejorar los rendimientos, pero su adopción es limitada por la falta de infraestructura. En las ciudades, los trabajadores con mayor capacitación han visto incrementos salariales, mientras que quienes tienen menos estudios enfrentan una creciente inseguridad laboral. Esta polarización se repite a nivel internacional, donde el liderazgo chino en IA podría alejar aún más a los países en desarrollo.
El ascenso de China en este campo está modificando el equilibrio de poder mundial. A diferencia del modelo occidental, que se basa en el impulso del sector privado, China apuesta por un desarrollo guiado por el Estado.
Por "la caída de la clase media" por primera vez se abre el Paicor en el colegio Alejandro Carbó
En este contexto, organizaciones internacionales como la ONU han planteado la necesidad de construir infraestructuras tecnológicas compartidas y marcos éticos para regular la IA. China, como actor central, tendrá que decidir si su liderazgo se orienta hacia la cooperación global o hacia un modelo más cerrado que podría fragmentar aún más el sistema internacional.
Las evidencias expuestas revelan que la inteligencia artificial está siendo una de las principales herramientas con las que China está moldeando el siglo XXI. Su impacto se siente en la economía, en las ciudades y en la forma en que el país se proyecta al mundo. Pero junto con los avances asoman desafíos: desde dilemas éticos hasta crecientes desigualdades. El futuro de esta tecnología no dependerá solo de la innovación, sino también de la capacidad de los países –especialmente de los más poderosos– para construir un entorno más justo, equitativo y colaborativo. ¿Podrán hacerlo? O, mejor dicho: ¿querrán hacerlo?
*Magister en Smart Cities, Licenciado en Relaciones Internacionales, especializado en Seguridad en EEUU, autor de “Grietas y pandemia”.